La gastronomía de Chile es un viaje de sabores que se extiende desde el desierto nortino hasta la Patagonia, con la inconfundible cocina chilota destacando en el sur.
En el Norte, la influencia andina se siente con preparaciones como la Patasca, un guiso picante con maíz pelado, papas y charqui (carne deshidratada) o de llama. En la costa, abundan los mariscos frescos, como en el famoso Caldillo de Congrio, una sopa reconfortante.
El Centro es el corazón de la cocina criolla, donde reinan platos como el Pastel de Choclo, un guiso de pino (carne, cebolla y condimentos) cubierto con una cremosa pasta de maíz dulce, y los Porotos Granados con choclo, zapallo y albahaca, típico del verano. La infaltable Empanada de Pino (carne, cebolla, aceitunas y huevo duro) se consume en todo el país.
Avanzando hacia el Sur, la rica herencia mapuche y la influencia alemana se fusionan. Pero es en el Archipiélago de Chiloé donde la cocina adquiere una identidad única. Aquí, el rey es el Curanto al Hoyo (o Pulmay, si es en olla), una ancestral cocción a base de piedras calientes de mariscos, carnes y papas, cubierta con hojas de nalca. También son imperdibles el Milcao y los Chapaleles, masas de papa que se cocinan y acompañan el curanto, o se comen fritos u horneados, dulces o salados. La papa, con sus más de 300 variedades nativas, es un pilar fundamental.
Finalmente, en la Patagonia y el extremo sur, el protagonista es el Cordero al Palo, asado lentamente a las brasas, un manjar que sella este recorrido culinario con la intensidad de sus paisajes.
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